domingo, 16 de agosto de 2015

SOBRE LA PRACTICA DE TIZAR Y RESALTAR PETROGLIFOS

 Robert G. Bednarik 

Caulfield South, Victoria, Australia


 Este artículo ha sido cedido gentilmente por la Sociedad de Investigadores de Arte Rupestre de Bolivia -SIARB- y fue publicado bajo el título "Sobre la práctica de tizar petroglifos" en el Boletín SIARB No. 4, junio de 1990. Las fotografías que acompañan esta versión son aporte del editor de Rupestre/web.

miércoles, 29 de julio de 2015

EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS EN ZONA PANCHE, GUADUAS-CUNDINAMARCA



Tratando de  avanzar en el acercamiento al tema que nos ocupa en  nuestro tema de investigación, me he encontrado con otro documento histórico que nos amplía un poco mas las fronteras del mundo panche precolombino.
Se trata de un documento histórico, concretamente un resumen, -como claramente lo expresa en su introducción su autora-  sobre dos investigaciones de campo realizadas en el municipio de Guaduas-Cundinamarca,  por parte del Instituto Colombiano de Antropología en el año de 1975.
Dichas investigaciones  nos aportan no solo hallazgos de campo, con abundante material cerámico y huesos humanos, sino también referencias a consultas de testimonios de los cronistas españoles, los cuales nos pueden aportar sustento a nuestra investigación como referentes históricos de identificación del ser y la cultura panche.
Luego de nuestra visita al Municipio de Nilo, donde encontramos algo de avance en el interés cultural, por parte de este municipio frente a la cultura panche, dicho documento citado arriba nos sorprende, al ampliar y ubicar los reales o posibles límites que tuvo la cultura panche.
Es así como me permito dejar a  disposición de ustedes esta información, para su lectura y discusión.

jueves, 23 de julio de 2015


Los petroglifos de la vereda Capotes


En la capacitación sobre el manejo  del punto Vive Digital Plus, ubicado en  la institución educativa departamental “Hernán Venegas Carrillo del municipio de Tocaima, los estudiantes en compañía del instructor Jorge Iván Gómez Garrote,  se desplazaron a la zona rural, con el fin de realizar un vídeo como producto de su capacitación. Para tal fin escogieron la vereda Capotes, más exactamente la finca del señor Elíseo Buitrago campesino que lleva varios años recorriendo las veredas de este municipio buscando petroglifos y haciendo frotage que ha mostrado en varios lugares del país viajando en bicicleta con otros amigos, bajo el lema “Haciendo patria” 

En esta finca existen varios petroglifos, razón por la cual el señor Elíseo le ha dado el nombre de parque temático Lindayma.  Cuando el visitante llega allí, siente la tranquilidad que ofrecen estos sitios. El señor Elíseo en su rol de guía,  explica lo que significa cada uno de ellos, los cuales conoce como la palma de su mano.

 Después de revisar las fotografías compartidas por el instructor, una nos llamó la atención por varias razones,  en primer lugar, el petroglifo esta repisado con tiza blanca, con el fin de realzar la forma para la fotografía. Pero el hecho que suscitó discusión con algunos compañeros docentes del grupo de investigación Travesía Arqueológica, es la figura que aparece representada.

Es una figura compuesta por cinco  espirales y una figura central, que para nosotros asemeja un corazón. Los compañeros manifestaron que los antepasados no hacían corazones. Hay que tener en cuenta que  la interpretación que hoy hacemos de un petroglifo  está condicionada por nuestra formación extraña al momento en que fue creado por nuestros antepasados, es un  análisis hecho mucho tiempo de después,  por lo tanto, desenfocado. Es decir, nosotros hoy lo observamos y lo estudiamos  sobre el efecto visual que nos produce y bajo los conceptos que hemos adquirido  con nuestra formación académica o profesional. 






Como bien anotó un maestro, “la interpretación de muchas de las figuras dejadas por los aborígenes es muy dudosa y a veces imposible, siendo en la generalidad de los casos individual y distinta para cada observador, que además procede con una mentalidad bien distinta a la de aquel hombre primitivo” (1)




Estos gravados hechos en las rocas se pueden estudiar desde varios puntos de vista, pero es imperativo tener una metodología, que permita hacer un el análisis  global y no solo de una figura en particular. La investigadora argentina, María Cecilia Panizza, escribe lo siguiente: Panizza (2013, p.49-61)

“En el marco de la semiótica visual (específicamente Magariños 1999), se identificaron en las representaciones rupestres abstracto-geométricas analizadas, las marcas (unidades mínimas) y los atractores (combinación de estas unidades) presentes. Este análisis permite al investigador actual realizar una aproximación a la estructura cognitiva del grupo que realizó estas imágenes en el pasado, a las reglas de combinación que rigieron su elaboración, a partir de los elementos básicos de diseño”.

Más adelante, agrega Panizza (2013, p.49-61) “El arte rupestre como combinación semiótica obliga al observador a la búsqueda de los códigos de reconocimiento para describir y descodificar su contenido. La operación de reconocimiento se articula en el sistema cultural de quien lo percibe, ya que una imagen puede ser entendida desde la perspectiva del observador”

Tenemos que examinar los grabados  presentes en todas las rocas (espirales, triángulos, líneas rectas o curvas, cuadrados, rombos)  del sector, observar con  qué frecuencia se repten y la manera como se articulan entre sí. En fundamental la ubicación relativa con respecto a los puntos cardinales, dado que muchos estos grabados en las rocas tiene  carácter ritual. 

El parque temático Lindayma, como lo llama el señor Elíseo, y  con la presencia de grabados  como el  calendario lunar, la piedra de las estaciones y la piedra de los sacrificios nos plantea  grandes interrogantes.  


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(1) René Herrera Fritot (1938 : 47): “Informe sobre una exploración arqueológica a Punta del
Este, Isla de Pinos, realizada por el Museo Antropológico Montané de la Universidad de La
Habana. Localización y estudio de una cueva con pictografías y restos de un ajuar aborigen”.

Universidad de La Habana, año 3, nos.20-21, La Habana, Cuba, : 25-59

BOLETÍN DEL MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO Vol. 18, N° 2, 2013, pp. 49-61, Santiago de Chile  ISSN 0716-1530


sábado, 18 de julio de 2015

TRADICIONES DE TOCAlMA.



Hay en toda ruina un encanto misterioso que deleita al hombre más que las sublimes bellezas de la creación ó la suntuosidad de las obras humanas cuando están en todo su esplendor; encanto que le hace abandonar las ciudades modernas adornadas de soberbios monumentos, para ir a contemplar las ruinas de Palmira y los desiertos donde estuvieron situadas Nínive y Babilonia; por el cual prefiere al bullicio y la alegría de París el silencio pavoroso del Coliseo Romano; y que puebla de viajeros el Oriente para buscar las reliquias que á su paso dejaron los Faraones, la India para visitar las magníficas pagodas, y la América, no para contemplar su cielo hermoso y su vegetación gigantesca, sino en busca de las ruinas que pueblos desconocidos, en edades ignoradas, dejaron en Chiapas y el Palenque.

Y este amor inexplicable á lo pasado, le hace buscar con ansiedad las tradiciones históricas, exigir de la esfinge la revelación de su eterno secreto, arrancar á los sepulcros la historia de los que allí reposan, ó adivinar el misterioso sentido de los geroglíficos: desarrollar los quemados pergaminos de Herculano de Pompeya, conocer las costumbres de dos pueblos que murieron el mismo día y á la misma hora; y buscar de toda nación, de todo lugar las tradiciones, llenas siempre de fábulas y de hechos que al través de los siglos toman un carácter maravilloso, como tomaron para los griegos los de sus primeros pobladores, llegando hasta hacerlos dioses a quienes rendían adoración.

¿Quién al contemplar los rotos chapiteles de un templo abandonado no siente el alma absorta por un secreto estupor y el espíritu entregado á la contemplación? ¿Quién no siente profunda melancolía al ver les despojos que ha dejado el tiempo de un esplendor pasado, de una grandeza que ya concluyó? ¿Quién no goza al escuchar las viejas tradiciones, transmitidas de boca en boca, sobre la historia de los abuelos de nuestros padres, sobre los fundadores de nuestras ciudades? Y cuando el tiempo ó alguna catástrofe ha hecho caer un pueblo, ¿quién no desea saber por quiénes fue habitado y cuál la causa de su destrucción? Todo cuanto la poesía tiene de sueños, de horrores, de funesto, se agolpa entonces á la imaginación, puebla esas ruinas, anima á los que hace siglos descansan bajo la tierra, y levanta con su vara mágica otra vez esa ciudad y le da de nuevo movimiento, vida, pasiones y virtudes, hasta que la acompaña á caer en la catástrofe que la derribó, al través de los siglos.

Cuando el hacha civilizadora de mi hermano abatía las montañas seculares del Peñón, para convertirlas en prados artificiales y entregar así estas regiones á la industria y á la civilización, se encontraron las ruinas de un pueblo, y todavía se ven los pisos enlosados de las habitaciones y los empedrados de las calles.

Este pueblo era la antigua ciudad de Tocaima; la tradición refería así la historia de la ruina de aquel pueblo:

Gonzalo Jiménez de Quesada, después de su famosa conquista del reino de los Chibchas y de haber fundado la ciudad de Santafé, lleno de riquezas pero acometido por una enfermedad desconocida para los moradores del Nuevo Mundo, pensó regresar a España, y dispuso que en el puerto de Guataquí se preparasen los bergantines necesarios para una expedición que, además de él, Belalcázar,  Fredeman y los muchos españoles que volvían a su patria, se componía de naturales que llevaba como esclavos; de las inmensas riquezas que a él y a sus compañeros correspondían; de los quintos del Rey religiosamente custodiados; de infinidad de animales, como papagallos y monos, llevados como raros para sorprender a la Península y, en fin, de las provisiones necesarias para bajar el desierto Magdalena poblado de enfermedades y lleno de tigres, mosquitos y serpientes, contra todo lo cual era preciso prevenirse.

Largos meses gastaron en la construcción de los bergantines, y cuando ya estuvieron concluidos, se dispuso Quesada a partir para Guataquí con el inmenso tren de tiendas de campaña y equipajes al través de las selvas de Tena, que, desde la caída de la altiplanicie hasta el Magdalena, no eran interrumpidas sino por la llanura de La Mesa, en donde hizo una larga mansión, buscando indios que á la espalda condujeran los equipajes; porque todos los de la sabana se le fugaron en la noche que llegó allí, temerosos de ser conducidos como esclavos a España, o por no internarse en las regiones hasta entonces para ellos desconocidas, que eran habitadas por los Panches, sus mortales enemigos.

Atravesando la elevada cordillera que separa este valle, descendió por la orilla del Pití o Bogotá y llegó a un punto en donde creyó que era preciso atravesarlo y no dando vado, obligó a los viajeros a construir, al estilo de los indígenas, una tosca canoa del tronco de uno de los enormes árboles que crecían a las orillas; y así empezaron a pasar el variado cargamento, con tanta lentitud, que emplearon muchos días.

Quesada, que había pasado primero, atormentado por su enfermedad y hostigado por el calor, quería tomar unos baños, y no atreviéndose a hacerlo en el río, porque la experiencia le había enseñado que las aguas de los ríos crecidos eran siempre funestas, guiado por algunos naturales, se dirigió a un pequeño riachuelo, que corría cristalino por en medio de ambuques y guayacanes, y que era conocido con el nombre de "Catarnica." ¡Admirable fuente! su piel empezó a suavizarse, los dolores cesaron, los miembros parecían adquirir nueva agilidad a cada baño, las fuerzas y la salud se presentaban de nuevo al gran capitán a ofrecerle una larga y tranquila vida. Quesada, que llevaba en el corazón el corredor tormento de verse atacado de esa enfermedad funesta, que sabía que era incurable, y que lo iba a proscribir de la sociedad en el momento en que tenía nombre y porvenir, gloria y riquezas, lleno de júbilo, creyó haber encontrado la fuente de la vida que Ponce de León buscaría más tarde inútilmente en los bosques de la Florida, y determinó fundar una ciudad a la orilla del riachuelo milagroso.

Estaba en este proyecto, cuando una noche su improvisada cabaña de hojas de palmera fue acometida por un sin número de indios que bajaban de la cordillera occidental, y hubiera perecido si, valiente y acostumbrado a los peligros, no se hubiese hecho campo con su formidable espada por en medio de los indios, que a sus golpes cedían, como la cebada se abre y da campo al paso del segador, hasta que llegó a donde estaban los suyos, que en el acto se armaron y rechazaron el ataque con el denuedo y la bizarría que eran comunes en aquellos tiempos y en aquellos hombres.

El combate duró hasta que salió el sol; y entonces la chusma de los indios huyó dejando muchos muertos y gran número de prisioneros en manos de los españoles.
Entre aquellos había caído la reina de los indios, llamada Guacaná, hija del cacique Tocaima, de ágiles miembros, de formas duras y no deformes facciones pero que se pintaba, según creían los españoles, con un color azulado que hacía visos.

Esta mujer, como sucedió muy frecuentemente durante la Conquista, después de prisionera y esclava, se apasionó de uno de los españoles y fue de grande utilidad para Quesada. Ella le aconsejó que no situase la ciudad en la orilla occidental del río, porque estaba expuesta a las invasiones de infinidad de pueblos que vivían en Copó, Lutaima y toda la cordillera, sino en la oriental, pues así estaba resguardada por el río, al que los indígenas tenían miedo; y trajo su tribu a situarse en la margen del río.

Grande fue la sorpresa de los españoles al notar que no sólo la reina, sino la mayor parte de los indios, tenía ese mismo color con diversos matices, color que era natural y se llamaba carate; teniéndose por hermosas las mujeres cuanto más brillante era este barniz y más escamosa la piel; y que para una madre era una verdadera desgracia el que sus hijas llegasen a cierta edad con la cutis despejada y tersa.

Por largo tiempo hubiera querido permanecer allí Quesada; pero negocios de la mayor importancia lo llamaban con urgencia a la Corte, para donde partió, dejándole por regalo de despedida a Guacaná, que ya había sido bautizada, dos cerdos de los que Fedremán había traído atravesando los llanos, hasta encontrarse con Gonzalo en Santafé; y tuvo que marchar á España sin fundar la ciudad.

Poco tiempo después el Adelantado del Nuevo Reino de Granada, Don Alonso Luís de Luque, pensando en el descubrimiento de las afamadas minas de Neiva y en la conquista de los Panches, dispuso su fundación, para la que comisionó al Capitán Hernán Venegas Carrillo, caballero cordobés.
Los españoles eran valientes como crueles, religiosos y devotos, y sus conquistas fueron una serie de hazañas, de proezas y actos heroicos ejecutados por la más sórdida codicia o el más sincero celo por la fe cristiana, y sus obras llevan por todas partes el sello de la religión y la intervención del cielo.

El día 13 de Abril de 1544, Hernán Carrillo, vestido de grande uniforme y después de haber oído la misa cantada, que debajo de los cauchos de Portillo dijeron los Capellanes Antonio de la Peña y Lope de Acuña, erigió la nueva ciudad de San Jacinto de Tocaima; y nombró por primeros alcaldes a Juan de Salinas y a Diego Hinestrosa, y por regidores a Miguel de Gamboa, Juan Ortiz y Juan de Corros; alguacil mayor a Miguel de Oviedo, y escribano a Miguel de Morales, siendo primer cura el padre Fray Andrés Méndez de los Ríos.

Después la ciudad de Tocaima lucía a la orilla del Bogotá, alegre como un pueblo oriental, y brillaban a los rayos del sol los techos de sus casas de teja, de una iglesia mayor, de dos capillas y del convento de dominicanos. Había obtenido el título de noble y un escudo de armas, que era un águila de dos cabezas sobre fondo azul y un río que dividía el escudo por mitad. Habían establecido allí la muy ilustre orden de caballeros de San Jacinto, y era la residencia de todos los españoles viejos y achacosos, que no podían soportar el riguroso frío de Tunja ó de Santafé, y de otros que habían adquirido esa enfermedad que la América encerraba en su seno, y que los españoles recibieron como castigo de sus iniquidades, transmitiéndola después a los franceses, cuyo nombre tomó y que se perpetúa de generación en generación.


Los petroglifos de Tocaima


"En su paso por el mundo, el hombre ha dejado plasmadas en cuevas, piedras y paredes rocosas, innumerables representaciones de animales, plantas u objetos; escenas de la vida cotidiana, signos y figuraciones geométricas, obras consideradas entre las más antiguas manifestaciones de su destreza y pensamiento.
Antes del desarrollo de la escritura, las sociedades humanas posiblemente registraban ya, mediante la pintura y el grabado en piedras, una gran parte de sus vivencias, pensamientos y creencias."(10/ARTE RUPESTRE EN CUNDINAMARCA)


En entrevista con estudiantes residentes en las veredas del municipio  y en charlas sostenida con el señor Eliseo Buitrago Díaz, campesino residente en vereda Capotes,  hay evidencias arqueológicas en varias veredas, que podemos ubicar en el siguiente mapa:



Fotografías tomadas por estudiantes de la institución educativa a algunos petroglifos


Vereda Capotes




Vereda Copo





Estas son fotografías tomadas a los frotage que ha hecho el señor Eliseo Buitrago Díaz




Bibliografía  para una etnohistoria panche




  

  


Exploración arqueológica en el municipio de Tocaima, Cundinamarca

Sandra Mendoza Vargas, Nubia Quiazua Torres

Resumen

El presente trabajo corresponde al informe preliminar de la primera etapa de exploración arqueológica en el Municipio de Tocaima (Cundinamarca). Los trabajos realizados por Marianne Cardaleen Pubenza, Municipio de Tocaima (1976); Germán Peña en Apulo (1991), José Manuel Rozo en Suárez, Tolima (1989) y Maritza Avellaneda en Agua de Dios (1988) entre otros, generaron en nosotras un interés especial por mantener una continuidad de hallazgos en la Cuenca Baja del Río Bogotá, que aportará nuevas luces sobre el poblamiento prehispánico en dicha zona.
Para tal fin, establecimos como objetivo general la búsqueda de pautas de asentamiento, entendidas como "una unidad teórica que tiene connotaciones más dinámicas y complejas, que en términos generales significan las respuestas dadas por un grupo social humano a las características determinantes del medio ambiente natural en un proceso histórico. Las pautas de asentamiento son cambiantes y tienen peculiaridades en los desarrollos regionales, que a su vez están inscritos en un proceso histórico más amplio" (Llanos y Durén, 1983).

Realizamos una prospección que abarca diez veredas localizadas en áreas geográficas aptas para asentamientos humanos, pues su cercanía a fuentes de agua y variedad de paisajes hace posible la subsistencia humana.








Texto completo

Los registros arqueológicos y paleontológicos de Tocaima



En el sitio de Totuma, al suroeste del municipio de Tocaima, trabajos llevados a cabo durante noviembre y enero de 1992, permitieron el hallazgo de una alta densidad de restos de mastodonte (Haplomastodon) y de megaterio (Eremotherium sp. ) a los que se añaden numerosos artefactos líticos que recuerdan, por sus rasgos tecnológicos, otros instrumentos hallados en la altiplanicie orienta l de Colombia (clase abriense); estos utensilios en su mayor parte corresponden a raspadores de diferentes tipos.

Aunque se registra coluviación, hacia la base de la secuencia, sobre una capa de color amar illa rojiza-violácea, se encontraron artefactos que incluyen raspadores de diferentes tipos; algunos artefactos fueron hallados igualmente en la capa arcillo-arenosa amarillenta inmediatamente superior. El registro de mayor importancia en este yacimiento, corresponde a un depósito circular que contiene molares de mastodonte y de megaterio correspondientes a individuos jóvenes y adultos; junto con estos elementos, se encontraron artefactos en una disposición muy sugestiva de actividad humana. 

En las proximidades a este depósito se encontró igualmente un húmero de megaterio (Eremotherium .sp. ) . En la parte alta de la secuencia fueron hallados restos de carbón vegetal, y un cuchillo de lídita, elaborado sobre lasca; la fecha para esta capa es más reciente (4000 ap.); muestra de los huesos de las especies colectadas en el sitio del Totumo, se encuentran ahora en proceso de análisis de laboratorio para determinar, mediante carbono catorce, su antigüedad, mas parece probable que las fechas sean afines a las del sitio Pubenza 3, por su vecindad.


Durante la exploración en Tocaima, otro sitio, Pan de Azúcar, al noroeste de la cabecera municipal, en el cerro del mismo nombre, en predios del señor Moisés Buitrago, permitió nuevamente el registro de restos de mastodonte y megaterio, pero no pudo obtenerse en los trabajos de excavación arqueológica allí adelantados, ninguna asociación cultural. Este sitio fue objeto de anterior reconocimiento por González y Duarte (199 1).

Tomado de
Boletín de Arqueología
Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales

AÑOS 8        ENERO 1993  NÚMERO 1
Fragmento tomado de:

Compendio Histórico –
Descubrimiento y colonización de la Nueva Granada.
Coronel Joaquín Acosta.
© Derechos Reservados de Autor 


Primera fundación de Tocaima




Recordemos que la nación de los Panches ocupaba tanto los valles y quiebras como la falda occidental de la cordillera,  desde lo que hoy se llama Villeta, que era la  frontera de los Colimas hasta la sierra de Tibacuy, que los dividía de los Sutagáos. Según el testimonio de los cronistas, en este espacio de menos de treinta leguas de largo y diez de ancho, habitaban más de cincuenta mil indios, y parecían más fieros é indómitos, mientras más áspero era el territorio que ocupaban. Así los más civilizados, y de índole más pacífica, eran los Tocaimas, que vivían en terreno casi llano, a orillas del Pati y del Magdalena: a estos seguían los Anapuimas, los Suitamas, Lachimies, y, últimamente, los Siquimas, que eran los más guerreros. Después venían los Colimas, cuyo centro era la Palma, mucho más feroces que los Panches, y, finalmente, los Musos, que fueron los últimos conquistados, y los que dieron más que hacer a los españoles de todas las tribus que ocupaban como una cintura la falda de la cordillera sobre cuyo lomo extenso, llano y cultivado, habitaba la nación de los Chibchas, la más civilizada de Nueva Granada, y la primera que sujetó permanentemente la cerviz al yugo de la dominación española. (2)

De Lachimí pasaron a Sutaima, que también les dio la paz, luego que se persuadió que no se detendrían en sus tierras, y, últimamente, a las que ocupaba el cacique Guacana, el más poderoso y respetado de los Jefes comarcanos. Convocó éste el Consejo de los Acaymas, que eran los individuos de más autoridad en la tribu, y con su parecer se resolvió a recibir de paz a los castellanos. Vino pues al campo español, adornado de sartales de cuentas de varios colores en brazos, tobillos y sienes, y de fajas de oro, seguido de gran número de sus vasallos, cargados de maíz, frutas, calabazos de miel de abejas, y con semblante jovial y desembarazado abrazó a Vanegas y repartió algunas joyas de oro entre los principales castellanos, que con singular perspicacia acertó a reconocer entre los demás a primera vista. Se le hizo una larga plática sobre los misterios de la religión cristiana, obediencia al Emperador, y sobre la voluntad que tenían los españoles de fundar una ciudad en un terreno llano ameno a orillas del río Patiá que es el mismo Funza que, después de precipitarse por la cascada de Tequendama, corre presuroso a confundir las aguas que le quedan con las del caudaloso Magdalena. Contestó Guacana, respecto de lo primero, que no podía comprender nada, y que se difiriesen las explicaciones para después; a lo segundo que no tenía dificultad en reconocer la superioridad del Emperador, siendo tan grande príncipe como se decía, y que tan poco se opondría a la fundación de la nueva ciudad, y aun ayudaría por su parte a la construcción de las casas, con tal que los otros caciques contribuyesen también con gente; pues no era justo que todo el trabajo se recargase a sus vasallos. Respuesta que miraron los españoles como muy racional, y que aumentó el respeto y consideración que se había granjeado aquel cacique, que tan solicitó se mostraba por sus súbditos.  
A fines de Abril de 1544 se tomó, pues, posesión de aquella tierra a nombre del Emperador Carlos V, y se celebraron las ceremonias acostumbradas en la fundación de las ciudades, poniendo a esta el nombre de Tocaima, eligiendo alcaldes y cabildo y dando prisa a la construcción de la iglesia y casas. A poco tiempo de fundada, se hallaron minas de oro abundantes en sus inmediaciones, a cuyo trabajo se condenaron los indios y se comenzaron a edificar sólidos edificios de teja y conventos, aunque, por la mala elección del sitio, las frecuentes inundaciones los destruyeron; y en 1621 fue preciso trasladarla al lugar en que hoy se encuentra, en terreno más elevado, aunque los edificios actuales no corresponden al lujo de las primeras construcciones. (3)

Invitado Lachimí por una parte y Calandaima, cacique de Anapoima por otra, para que ayudaran a los trabajos del desmonte y construcción de las primeras casas, se denegaron con arrogancia. Auxiliados los españoles entonces de los Tocaimas, que tenían interés en no sufrir solos el peso de los nuevos huéspedes, atacaron estos a los Lachimíes, y, después de un sangriento y obstinado combate, en el que Guacana mostró mucho valor, los Lachimíes fueron obligados a ceder al saber de sus enemigos. Algunos soldados españoles quedaron heridos; pero los Tocaimas se regalaron por muchos días con la carne de los Lachimíes sus vecinos: horrenda costumbre, general en estos Panches, de comerse los unos a los otros. También se sujetaron por la fuerza los Anapuimas. El cacique Conchima, que habitaba los valles que rodean hoy la Mesa de J. Díaz, se presentó voluntariamente; y al de Iqueima, que se resistía, y cuyos estados comenzaban en la ribera izquierda del río Fusagasugá, en donde éste entra al Magdalena, se le dio una sorpresa que lo redujo a la obediencia, con lo cual quedó sujeta a mediados del año de 1544 toda la tierra de los Panches, y remitida al Adelantado la minuta de los indígenas repartidos en encomiendas entre los vecinos de Tocaima, para su aprobación. Esta pacificación, que fue lo único notable que se ejecutó durante el período de Gobierno de Lugo, se debe enteramente al Capitán Vanegas (4) .


(2) Los Chibchas, sin embargo; no eran cobardes ni inconstantes. Hoy mismo, después de trescientos años del régimen más calculado para embrutecer y degradar una raza, hemos visto en el Ejército de Nueva Granada batallones enteros compuesto. Casi exclusivamente de Indígena de raza chibcha dar los más brillantes ejemplos de valor, serenidad, constan­cia y  subordinación, y aun de facilidad para adquirir la disciplina militar. (Regresar a 2)
(3) Refiere el Padre Zamora, y también Piedrahita, que habiendo descubierto los esclavos de un vecino de Tocaima, llamado Juan Díaz Xaramillo, una mina de oro abundantísima, llegó éste á ser uno de los más ricos propietarios del Reino, e hizo traer de España, para la suntuosa casa de mampostería que construyó, pavimentos de losa fina, los más ricos artesonados y otros adornos cuyos despojos sirvieron después para enriquecer varios templos e iglesias, entre ellos el monasterio de la Concepción de gótico. (Regresar a 3)

(4) No ayudó poco a la sujeción de los Panches la falta total de sal de Zipaquirá de que se hallaban privados desde que los castellanos, dueños de la llanura, estorbaban este tráfico. Así el indio de Síquima, que sirvió a Vanegas de intermediario en todas sus negociaciones, sacaba partido de esta circunstancia para persuadirlos que se sometiesen, y siempre se observó que lo primero que tomaban con ansia de entre los regalos que les hacía Vanegas, de preferencia á los cascabeles, abalorios y bonetes colorados eran los pedazos de sal. (Regresar a 4)